Ni una menos: la lucha nos multiplica

Se realizó la séptima movilización de los feminismos contra la violencia machista y patriarcal. El movimiento “Ni Una Menos” pone en el centro de la discusión pública el problema de los transfemicidios. Las marchas se replican en América Latina y el resto del mundo.

El viernes 3 de junio se conmemoró un nuevo aniversario de la movilización “Ni Una Menos”, que en 2015 congregó a cientos de miles de personas en el Congreso de la Nación exigiendo justicia por las mujeres muertas por la violencia machista.

Desde el primer “Ni Una Menos”, hubo en promedio 300 femicidios por año. Los reclamos se mantienen y se suman nuevos: desde junio de 2015 hasta mayo de 2022, 2041 mujeres, mujeres trans y travestis fueron asesinadas.

La Facultad de Trabajo Social asume la interpelación del feminismo. Renovando su compromiso, la Secretaría de Derechos Humanos y Género, junto a la Mesa de Género, organizó un conversatorio en el que participaron Beatriz Horrac, ex presa política de los 70 y co-autora del libro “Nosotras en libertad”; Leticia Locio, directora provincial de abordaje integral de las violencias del Ministerio de las Mujeres, Género y Diversidad; Bianca Petrucelli, militante de Atrapamuros; también se presentó el libro sobre la capacitación en el marco de la implementación de la Ley Micaela, “Pensar las violencias y transformar(nos). Experiencias desde los primeros pasos de Ley Micaela en FTS”.

El conversatorio tuvo como eje central la idea de “la lucha nos multiplica”. Canela Gavrila,  prosecretaria de Investigación y Posgrado de la facultad y coordinadora de la actividad, hizo un repaso por las conquistas del movimiento feminista que en su heterogeneidad logró unirse para disputar espacios de poder clave para la transformación social. “La lucha nos hermana y nos multiplica”, afirmó.

Las invitadas al conversatorio centraron sus intervenciones en tender puentes entre las experiencias diversas que han atravesado. Beatriz Horrac remarcó cómo en la experiencia de la cárcel, las presas políticas siguieron construyendo lazos solidarios enmarcados en las nuevas lógicas que les proponía el encierro forzado. “Eso que hoy llaman sororidad, nosotras le decíamos ser compañeras”, dijo. Horrac relató cómo las militantes setentistas llegaron a abrazar al feminismo, corriente que entendían como europeizante. Su referente siempre había sido Eva Perón, “una pibita de la provincia que se casó con un hombre mucho mayor que ella, que se bancó ser la puta”, como la calificaban sus detractores, pero que nunca se autodenominó feminista. En su tradición militante, Horrac relató que para acercarse a los sectores más humildes, no llevó el pañuelo verde de la campaña del aborto con ella. De esta forma, logró construir puentes en la diferencia, con aquellas mujeres pañuelo celeste que de otra manera no se hubieran acercado a sus intervenciones territoriales. Eso, relató, tiene que ver con la pedagogía feminista, una forma de construir conocimientos a partir de la escucha que está íntimamente ligada con los postulados de Paulo Freire, otro referente de las setentistas.

Leticia Locio trajo una pregunta a la conversación desde su rol de funcionaria: ¿cómo ejercen el poder las feministas? Partiendo de la premisa de que lo personal es político, Locio puso en consideración la manera en que las instituciones se relacionan con la sociedad, una vez conquistados espacios en el Estado.

Aportando a este debate, Bianca Petrucelli relató las problemáticas que atraviesan mujeres y diversidades en su encierro carcelario, donde la estructura sigue siendo tan patriarcal y machista como hace cincuenta años atrás. Beatriz Horrac comentó, también, que si bien a las mujeres las maltrataban en su estancia en la cárcel de Villa Devoto, a las trans y travestis “directamente las denigraban, las humillaban”. Petrucelli puso de relieve cómo a pesar de las distintas vejaciones que sufren las presas por parte de los poderes del Estado, de sus familias y de la sociedad en general, se construyen lazos de solidaridad para resistir. “No hay ni una menos si faltan las y les compañeres privades de su libertad”.

Evangelina Mazur y Samanta Etcheverry fueron las representantes de la mesa de género de la FTS. Mazur fue la compiladora del libro “Pensar las violencias y transformar(nos). Experiencias desde los primeros pasos de Ley Micaela en FTS”. En mayo de 2019, el Consejo Superior de la UNLP adhirió a la Ley Micaela como una apuesta política e institucional por visibilizar las situaciones de violencia de género e incorporar una mirada sensible frente a esas cuestiones y tener las herramientas para abordarlas en el ámbito universitario.

Esta publicación reúne algunos de los trabajos realizados durante la capacitación que tuvieron docentes y nodocentes de la institución, recuperando el espíritu heterogéneo y las oralidades de cada persona o grupo interviniente. El libro estuvo ilustrado por la diseñadora en comunicación visual Soledad Contreras, y la coordinación editorial fue llevada adelante por la dirección de comunicación y publicaciones de la FTS. Estos textos se enmarcan en un proyecto editorial creciente, que busca amplificar las voces y experiencias no solo de trabajadores y trabajadoras sociales, sino de todes les actores sociales que intervienen en la producción de un conocimiento colectivo que no debe quedar solamente en la conversación académica, sino que tiene que acercar la universidad a las calles.

Tras el conversatorio, las mujeres de la facultad se dirigieron a la concentración en Plaza Moreno de la que partía la columna feminista para una vez más exigirle al Estado y a la sociedad ni una muerta más por violencia machista. Las militantes de diferentes agrupaciones estudiantiles estuvieron a cargo del cordón de seguridad, cortando las esquinas de las calles que van de 62 hasta diagonal 73, y de allí a la Catedral. Fueron varios los momentos de tensión con automovilistas varones que privilegiaban su paso por sobre las mujeres que se movilizaban tras la bandera de la Facultad de Trabajo Social. Pero, una vez más, la afirmación de “me cuidan mis compañeras” se hizo carne.

En Plaza Moreno, las jóvenes ya cubrían sus rostros con brillos verdes y manejaban el ritmo de los bombos para cantarle al patriarcado que “el feminismo va a vencer”. Columnas de organizaciones sociales, de la FULP, del colectivo trans-travesti marcharon por las calles de La Plata. A pesar del dolor por las que ya no están, cada 3 de junio las mujeres volvemos a marchar para exigir justicia y para abrazarnos en la alegría de estar juntas.

facebook twitter email print

Comentar