Apuntes para una declaración

Los incendios en Argentina se ven incrementados por los usos del suelo y el cambio climático. Este artículo da cuenta de algunas de las causas de los grandes fuegos de nuestro país y llama a pasar del “paradigma de la respuesta y el combate de incendios a la planificación y ordenamiento del territorio y la gestión de riesgos”

Esta vez es en serio, no estoy mintiendo
Algo se prende fuego…

FUEGO – Intoxicados

Bombero de espaldas frente a incendio en campo
Foto: Pepe Mateos para Télam

Los incendios de vegetación son un componente natural de los paisajes de Argentina. En la mayoría de sus ecosistemas los regímenes de fuego han estado históricamente caracterizados por eventos ígneos de baja intensidad, y con menor frecuencia, por algunos fuegos extremadamente intensos en algunos ecosistemas boscosos.  

Sin embargo, en el contexto del cambio climático y de las aceleradas modificaciones en el uso del suelo que se han producido en las últimas décadas, el potencial de los fuegos de gran intensidad para convertirse en eventos catastróficos quedó demostrado en los incendios de la Comarca Andina del Paralelo 42 del verano 2021, un desastre sin antecedentes en el país, donde se quemaron alrededor de 14.000 hectáreas de bosques nativos e implantados y se perdieron unas 500 viviendas, vehículos e infraestructura.  

Un fenómeno igualmente catastrófico es el que atraviesa en nuestros días la provincia de Corrientes, donde al 16 de febrero los incendios rurales ya habían afectado más de 785 mil hectáreas de pastizales naturales, bosques y campos productivos, lo que constituye el 9% de la superficie provincial, según lo informado por el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA). 

En muchos lugares del territorio nacional los nuevos patrones de asentamientos humanos han creado una morfología del paisaje caracterizada por periferias urbanas de baja densidad y áreas residenciales rurales entramadas sobre zonas propensas a los fuegos de vegetación que incrementan el riesgo de incendios de interfase. 

Sumado a esto, el cambio climático pareciera estar generando condiciones para que estos eventos ígneos sean más intensos y frecuentes, y las temporadas de incendios más prolongadas en algunas regiones del país. 

En muchas áreas de interfase urbano/rural, las zonas de asentamientos humanos acumulan cantidades significativas de combustibles producto de criterios erróneos pretendidamente “ecológicos” (como no retirar materia vegetal muerta o no realizar podas y “raleos” de renovales), o simplemente por falta de ordenamiento del territorio. El desarrollo de la infraestructura habitacional se ha llevado adelante sin considerar ningún criterio de gestión de riesgo de incendios, ya que en la mayoría de los casos éstos han sido asentamientos espontáneos o con escasa planificación. Además, el crecimiento de estas urbanizaciones ha traído aparejado un incremento de las igniciones de origen antrópico. 

Lógicamente, las áreas de interfase urbano/rural representan un riesgo de desastre mayor, ya que cada vez más vidas y propiedades se encuentran expuestas a los potenciales fuegos de vegetación. Por consiguiente, resulta urgente impulsar políticas de reducción de riesgos a través del ordenamiento y planificación de los asentamientos humanos. 

Si bien desde tiempos precolombinos muchas culturas locales manejaban el fuego para mantener determinadas estructuras de paisaje y facilitar el acceso a determinados recursos, la llegada de los colonizadores europeos implicó un abordaje totalmente distinto, enfocado casi exclusivamente en la respuesta a los incidentes ígneos. 

Aunque el discurso en la mayoría de las instituciones ha virado en los últimos años hacia la prevención y la gestión del riesgo de incendios de vegetación, en la práctica el enfoque dominante sigue siendo el de la respuesta a los incidentes una vez declarados. 

En este sentido, la realidad de los últimos incendios catastróficos que atraviesan nuestro territorio deja en evidencia la necesidad de focalizar los esfuerzos estatales y comunitarios en estimular el urgente cambio de paradigma de la “respuesta” y el “combate de incendios” a la planificación y ordenamiento del territorio y la gestión de riesgos, ya que de otra manera no solo se seguirán dilapidando recursos materiales en el combate de fuegos cada vez más difíciles de controlar, sino que los costos de estos incidentes en términos ecológicos, como en vidas y bienes, serán cada vez mayores. 

 Nota realizada por el Dr. Bruno Carpinetti.

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