El lunes 5 de julio se transmitió por el canal de YouTube el panel de Masculinidad, del segundo módulo de capacitación sobre implementación de la Ley Micaela al personal docente y no docente de la FTS, organizado la Dirección de Derechos Humanos y Género de la FTS y el Equipo Coordinador Ley Micaela. En esta oportunidad, disertaron el Dr. Matías de Stéfano Barbero, doctor en Antropología, miembro de la Asociación Pablo Besson y del Instituto de Masculinidades del Cambio Social y el Dr. Néstor Artiñan, decano de la FTS y doctor en Trabajo Social. A su vez, contó con la coordinación de la Lic. Paula Provenzano.
Comenzó disertando Artiñano, quien para introducir a la reflexión sobre las masculinidades planteó dos puntos. El primero, sobre los estudios del feminismo que refieren al mundo masculino como un todo homogéneo opresor de la mujer y no permiten dar cuenta de su heterogeneidad. El segundo, sobre la Revuelta de Stonewall de 1969 que dio inicio a las marchas del orgullo y legitimó la idea de diversidad, “transformando el estigma en orgullo”.
Ambos puntos se constituyeron en puntapié para el estudio de las masculinidades. En este sentido, Artiñano mencionó que fuimos creados bajo el valor del varón como sexo fuerte y la mujer como sexo débil, sin embargo, interrogó sobre qué fundamentamos la fortaleza y la debilidad de uno u otro sexo.
Luego describió algunas palabras que aparecen en las investigaciones sobre masculinidades: alarde, omnipotencia y el ser proveedor, como tres categorías que constituyen el ser hombre. En este sentido, señaló el desafío de repensar la idea de deconstrucción en términos de horizonte y no como una utopía que conduzca a la frustración; para ello, se deben fortalecer espacios de reflexión sobre atravesamientos y prácticas propias.
Finalmente, cuestionó el esencialismo que iguala género a mujer y sugirió complejizar la mirada considerando que no sólo las mujeres luchan contra el patriarcado. Superar esencialismos y dicotomías nos permitirá dar grandes pasos de avance.
A continuación, Matías de Stéfano Barbero comenzó bosquejando los tres aportes que guiarán su exposición. El primero, la relación entre violencia y género como aquella que nos acompaña a todos. El segundo, cómo esta vinculación está presente tanto en las relaciones de poder entre hombres y mujeres como entre los mismos varones. Y el último, las relaciones de género como relaciones de dependencia y reconocimiento.
En primer lugar, propuso pensar la socialización de la infancia como un proceso de disciplinamiento que violenta los impulsos al estándar binario. Retomando a Bell Hooks, mencionó que el primer acto de violencia que el patriarcado le demanda a los varones no es contra las mujeres sino contra sí mismos. Estos actos tienen una dimensión destructiva y productiva y pueden ser aprendidos de manera pasiva y/o activa. En este sentido, sostuvo que todo rasgo de sensibilidad o vulnerabilidad en los varones es castigable, por lo tanto, la crueldad y la violencia se vuelven deseables para ellos. Esto se manifiesta en las historias de los hombres con quienes trabaja, por lo que trajo algunos de sus relatos a modo de argumentación.
En relación al segundo punto, planteó a la homofobia como un rechazo a la homosexualidad y como una expresión de género que sufren los varones que no ejercen violencia. De esta manera, expresó que la homofobia “opera como una suerte de tecnología de construcción, de control, de mantenimiento de la masculinidad y de las relaciones entre varones” para no ser subordinados a la infantilización o a la feminización. En esta línea, expuso lo que él denomina jerarquía de género: la preponderancia de la masculinidad sobre la feminidad y, a su vez, de algunas masculinidades sobre otras. Participar de la lógica estando por encima permite sufrir lo menos posible y ejercer poder sobre quienes están por debajo. En esta jerarquía, para el varón la mirada de otro hombre es lo más importante construyéndose así relaciones de poder y vulnerabilidad.
Con respecto al tercer ítem, detalló que el género no remite sólo a la mujer, sino que es relacional y se construye entre hombres y mujeres; se trata de relaciones de dependencia y reconocimiento que es necesario complejizar. Si bien se ha establecido un modelo de hombre, actualmente se ha resquebrajado, ser reconocido como tal es más difícil y los lleva a experimentar vulnerabilidad; cuando esa vulnerabilidad no encuentra espacios de expresión surge la violencia. Por ello, considera a los espacios de expresión como lugares de transformación.
Finalmente propuso trabajar con la ESI las relaciones de poder entre mujeres y varones y entre estos últimos; transversalizar las políticas públicas de género; complejizar el vínculo entre los hombres y la violencia; crear espacios comunitarios y reconocer la vulnerabilidad de los hombres.
Como cierre, Paula Provenzano interpeló a los disertantes con algunas pregunta, que fueron respondiendo y de las cuales se pueden retomar tres consideraciones finales: la necesidad de ser revisados en el lugar que ocupamos; el desafío de habilitar espacios de escucha a quienes se posicionan diferente a uno; y, el deber de democratizar las relaciones, no temer a los conflictos y sancionar la violencia como un camino para desarticular a la misma.
Nota realizada por Aldana Cerdeira en el marco del Tramo Optativo de la Licenciatura en Trabajo Social de la FTS.
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