Este artículo está basado en los resultados preliminares de una investigación (nacional e internacional) que venimos haciendo con el GiiS (Grupo de investigaciones e intervenciones sociales) a partir de una encuesta autoadministrada que busca sondear los cambios producidos en el sufrimiento y la vulnerabilidad de los sujetos desde sus propias percepciones realizada durante la tercera fase de la cuarentana.
Desde hace un tiempo, venimos pensando al sufrimiento social como una categoría que nos permitiera analizar los sentimientos de las personas en determinadas condiciones de desventaja social. En nuestro recorrido, hemos trabajado en diferentes barrios, mayoritariamente pobres, en los que el sufrimiento aparecía con apenas indagar un poco o quizás lo encontrábamos sin siquiera buscarlo, allí con solo llegar al barrio emergía. Sin embargo, la pandemia del COVID-19, nos plantó frente a un escenario desconocido que irrumpió en nuestras vidas.
El COVID-19 además, se mostró en principio como un fenómeno médico y un desafío de la biología que como no podía ser menos, médicos y biólogos tomaron con responsabilidad. Sin embargo, con el paso de los días comenzamos a advertir su inminente carácter social, sobre todo quienes pensamos, trabajamos e investigamos en esas coordenadas.
Es por ello que desarrollamos este estudio que nos ha arrojado resultados, que si bien no podríamos decir que sorprenden, nos muestran un panorama que invita a pensar estrategias de intervención social que deberán llegar con la mayor premura posible. Sobre todo a los sectores más vulnerables.
En relación a los sentimientos y sensaciones vivenciados por los entrevistados, el contagio aparece como preponderante en las respuestas sobre la mayor preocupación frente al virus, ya sea contagio de los otros, contagio de uno mismo, los efectos del contagio en el sistema sanitario, los riegos del contagio en el trabajo, el temor al pico de contagios, el contagio a causa de quienes no se cuidan, etc.
A la vez que ligado al contagio, encontramos íntimamente vinculado en las respuestas el miedo a la muerte: la muerte de los otros, la propia muerte, la muerte de los hijos o de los padres, la muerte de los cercanos o no poder frenar las muertes.
También emergen muy fuertemente una cantidad de expresiones vinculadas con la angustia producida por el miedo al contagio y la muerte, como así también a la falta de certezas y certidumbres respecto de la resolución de la situación y la salida de la cuarentena.
También encontramos el temor por la situación económica, el aumento de la pobreza, la falta de alimentos y la pérdida de puestos de empleo, pero no como problemas en sí mismos, sino como situaciones generadores de angustia y temor en este contexto.
De ese modo, contagio, temor angustia y muerte, se encuentran indisociados mayoritariamente en las respuestas brindadas por los entrevistados conformando una red conceptual que no podemos sino vincular con el sufrimiento. Quienes pensamos el concepto desde hace tiempo, no podemos dejar de advertirlo.
Coincidimos con otros autores en que es posible crear un texto social a partir del sufrimiento individual. La pandemia, nos ha enfrentado, no solo con problemas sanitarios y económicos, sino además con el problema del sufrimiento social generalizado: que no reconoce clases ni estratos, si bien también hemos podido detectar en nuestro estudio, que hay poblaciones históricamente golpeadas que se encuentran revictimizadas frente a esta situación.
En uno de sus anuncios, el Presidente argentino dijo: “Los ciudadanos no son víctimas, son actores”, dicha manifestaciónresulta de una enorme riqueza al momento de pensar el lugar de cada sujeto al interior de la trama misma de la situación provocada por la pandemia, a la vez que va en consonancia con cierto rasgo que muchos autores describen como la ambivalencia o doble naturaleza del sufrimiento, en tanto si bien tiene una enorme capacidad de moldear conductas individuales, a su vez ellos son capaces de asumir sufrimiento individualmente en nombre de grandes proyectos de sociedad, es decir que la contracara del sufrimiento individual, pareciera ser cierta recompensa en el objetivo colectivo y en su logro.
Un primer análisis nos muestra que si bien prevalecen como lo hemos mencionado las ideas de miedo a la muerte, angustia, tristeza, extrañamiento de los seres queridos, de la rutina habitual e incluso de los propios cuerpos en los que se advierten cambios a raíz del aislamiento, la necesidad de abrazarse con otros, la sensación de incertidumbre, de vulnerabilidad y la ansiedad, lo que supone niveles altísimos de sufrimiento, también revela que en una amplia mayoría los sujetos están dispuestos a sostener el aislamiento en pos de la preservación de la salud a la vez que dan predominancia al cuidado sanitario frente a la economía.
No es fácil aseverar en este momento, de la pandemia ni mucho menos de este estudio que ciertas metas colectivas tengan más peso sobre ciertas ideas que podrían considerarse como más individuales, lo que sí es un hecho, es que hoy en Argentina la sociedad está sosteniendo a costas del sufrimiento individual, una medida que posiblemente permita evitar el sufrimiento colectivo y entendemos por lo tanto, que ese sufrimiento tiene la capacidad, como bien afirman otros autores expertos en el tema, de forjar lazos sociales.
Ilustración: Ilustración: Oswaldo Guayasamín.
Tenés que iniciar sesión para comentar.