Año 2020. Nos sorprende un virus invisible, veloz y letal que intima a los estados a tomar medidas serias y extremas cuyas consecuencias vemos hoy y seguiremos viendo. Entre ellas el aislamiento social, preventivo y obligatorio en todo el territorio argentino, decretado el 20 de marzo.
Nos obliga a quedarnos adentro y pone la calle una vez más como el lugar del peligro. Es la calle justamente donde muchos encuentran su modo de subsistencia. Cartoneros/as, limpia vidrios, cuida coches, vendedores ambulantes, feriantes, entre otros. Son trabajadores de la economía popular que hoy ven impedida su fuente de ingreso.
Sabrina es de Villa Catella, Ensenada. Se subió a un carro por primera vez a los 9 años acompañando a su padre allá en la década de los 90. Marisa tiene 53 años, vive en Tolosa, en la bajada de la autopista. Trabajó en blanco siendo más joven y cuando la despidieron en el año 92, comenzó a tirar del carro con su propia fuerza hasta que su cuerpo le dijo basta.
Cuando se sumaron en el año 2015 al MTE tuvieron la oportunidad de formarse como promotoras ambientales. Su trabajo consiste hoy en la difusión y promoción de la actividad de reciclado que realizan sus compañeros y compañeras. Trabajan en la vía pública, en las plazas, en los comercios, en los barrios repartiendo volantes, informando sobre la correcta separación de residuos. Todo para concientizar sobre el reciclado con inclusión social.
Sabrina resalta lo difícil que le es atravesar la cuarentena:
“Personalmente el aislamiento social preventivo y obligatorio me viene costando mucho… Tome los primeros 15 días preventivos hasta certeramente no tener ningún síntoma y después empecé a tomar tareas de la organización tomando todas las medidas de prevención y cuidado necesarias. Como organización cuando supimos que iba a dictarse la medida empezamos a charlar con los compañeros para que sepan que eso iba a pasar y respetar el aislamiento para poder cuidarnos entre todos.
Y la realidad es muy diferente a la que creen… que podemos cumplir los trabajadores de la economía popular. En mi casa las familias cartoneras vivimos el día a día nuestras familias viven de lo que juntan en la calle y luego venden. Las primeras semanas los compañeros trabajaron igual mientras podían pero hubo un momento en el que la policía y los controles de seguridad ya no los dejaban circular entonces ahí se empezó a ver más complicada la cosa. Venimos de 4 años súper difíciles donde ya veníamos pasándola muy mal los trabajadores informales y la situación se volvió muy difícil. En los merenderos y comedores del barrio se duplicaron y hasta triplicaron las familias que van en busca de alimento por momentos se torna desesperante…”.
Sin titubeos, sin ponerse de un lado o del otro. Simplemente contando su realidad: “la situación va empeorando con el pasar de los días los compañeros no tienen la posibilidad de salir a trabajar y por ende no pueden llevar la comida a sus casas”.
Hoy trabajan en los barrios principalmente en la distribución de alimentos y elementos de higiene que la organización provee, complementando sus ingresos con otras políticas de asistencia. Marisa me relata el trabajo territorial que el MTE viene realizando: cuentan con siete merenderos para familias cartoneras en los barrios de Altos de San Lorenzo, San Carlos, El Carmen, Villa Montoro, Riguelet, Villa Catella y los Hornos.
“Desde los merenderos que tenemos en la organización se trató de seguir trabajando lo mejor posible…con viandas para que no se junte mucha gente, ordenadamente. En los barrios donde no hay merenderos, por ejemplo a mí para repartir en el barrio se trajo lavandina, jabón, alcohol en gel, espirales y también se le entrego a los compañeros volantes del dengue, coronavirus. Dentro de lo posible. No solo a ellos, también a vecinos que estaban en una situación difícil y que no tenían para comprar los elementos para limpieza Los merenderos están abiertos para la gente, no solo carreros, se trata de cubrir las necesidades del barrio”.
Cada vez que habla de estas tareas repite “dentro de lo posible“. Es que las manos son pocas y los recursos aún menos.
Hoy se sienten en cierta forma privilegiadas por ser parte de las organizaciones de la EP. Gracias a ello pueden – por ejemplo- contar con el Salario Social Complementario, indispensable en este momento. “Estos cuatro años difíciles para los trabajadores de la economía popular nos dejaron organización y compañerismo eso nos ayuda muchísimo en este momento“, aporta Sabrina.
Marisa recuerda que hay otros cartoneros que no están en el sistema de reciclado con inclusión, cuya necesidad los arroja a arriesgarse saliendo a trabajar en este contexto. En estos días lanzaron una campaña virtual que saca a la luz las condiciones en que viven, la contribución silenciosa que realizan a la higiene pública y la necesidad de volver a trabajar.
Basta decir que el aislamiento social parece situarse en una red de contradicciones, tensiones, paradojas, complejidades. En este contexto lo colectivo se fragmenta en diversas y desiguales realidades… Lo colectivo es también lo que antes nos separaba y nos sigue separando, lo que nos unía y nos sigue uniendo: la desigualdad y la resistencia. A las y los trabajadores de la economía popular les une lo mismo: la identidad popular, las necesidades en común, la lucha y la organización construida durante años.
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