El aislamiento preventivo provocó una revuelta en la cotidianeidad de la sociedad, impactando de modo singular principalmente en los sectores con los cuales trabajamos, como así también en nuestro quehacer profesional dentro de las instituciones. Como profesionales nos cuestionamos ¿Cómo hacer frente a la emergencia sanitaria declarada ante el COVID-19 desde nuestro espacio profesional? ¿Qué sucede con los cuidados preventivos? ¿Cómo manejamos la información tan efímera y versátil? ¿Cómo aseguramos esa accesibilidad? ¿Qué debemos considerar?
Entiendo que las profesiones que intervienen en la cuestión social participan simultáneamente de las características de una práctica distributiva, por un lado y por el otro lado adscribo a las afirmaciones de diversos autores del campo de las ciencias sociales que consideran que la pobreza se produce fundamentalmente por factores económicos, sociales, políticos y culturales, pero fundamentalmente se perpetúa a través de instituciones y prácticas profesionales. De manera tal que, si lo miramos desde una mirada weberiana… estamos condenados a elegir. En esta perspectiva, no hay demasiados atajos que nos excusen de nuestra responsabilidad por lo que hacemos y por lo que dejamos de hacer como profesionales, y ello sin negar el conjunto de condicionantes que rodean nuestra intervención. Una intervención que se estructura desde la especialidad de ciertos marcos de referencia, de ciertos objetos, de ciertos momentos, de ciertos objetivos, funciones y procedimientos. Y que a su vez, se articula con el campo de la intervención social.
Junto al virus revivieron discursos de colegas que mucho distan de la realidad, y que están marcados fuertemente por aquellas intervenciones basadas en una división peligrosa: los merecedores y los no merecedores de recursos. División que me aterra y de la cual tomo distancia. Tanto de esas posturas como de aquellas que consideran al Trabajo Social en el lugar de operador terminal de las políticas sociales.
Sostengo, en cambio, que el Trabajo Social implica una mediación activa; ello significa que todo profesional interventor social introduce su especialidad en el área más vasta y compleja de las decisiones sociopolíticas transformando su competencia en autoridad social, y lo hace conforme a concepciones y a intereses, de manera que se trata de una autoridad con posibilidades de orientarse: hacia la burocratización o hacia la comprensión, hacia una intervención con base en derechos o hacia una intervención basada en el control social.
Tenemos que ser capaces de romper con el cruce estigmatizante y estigmatizado por el cual los sujetos que ingresan a nuestro campo lo hacen nominados a partir de una necesidad que los atraviesa. De ahí la importancia de desarrollar intervenciones a través de estrategias de reconocimiento y exigibilidad de derechos. Estas estrategias se concretan precisamente en el momento de pretensión de legitimidad de las demandas de acceso a medios socialmente disponibles; en los esfuerzos de democratización institucional, en el trabajo cotidiano para ampliar la información y la participación en las decisiones; en el cuestionamiento sistemático de cualquier semántica minimista, en la lucha contra aquellas formas de pensamiento e intervención conservadoras y tecnocráticas.
Deseo que podamos elegir dentro de nuestras posibilidades. Hablo de una elección que toma en cuenta las restricciones estructurales, que no ignora el carácter siempre relativo de nuestra autonomía, pero considerando al mismo tiempo que el campo de los discursos acerca del papel del Trabajo Social y las prácticas que los ponen en movimiento, se caracteriza por el conflicto entre distintos paradigmas que expresan distintos intereses sociales.
Tenemos que ser capaces de poner nuevas palabras a nuevas situaciones, porque en definitiva este no es un problema instrumental sino teórico.
Una de las mayores preocupaciones en la intervención profesional es poder pensar cómo se atienden las necesidades cotidianas de la población con la cual trabajamos en la emergencia sanitaria actual. Y allí entiendo que pese al aislamiento es necesario pensar colectivamente cómo se sostienen/adecuan las estrategias de asistencia alimentaria, la efectivización de políticas públicas, la atención de la salud, no solo del COVID-19, sino de muchas otras que deben seguir siendo prioridad para el sistema de salud.
Sostener las medidas de aislamiento dentro de un grupo familiar ampliado, en viviendas precarias, con poco acceso a la alimentación, con nada de acceso a las diferentes actividades de recreación deportiva y cultural de niñxs y adolescentes, entre muchas otras tantas cuestiones, hace que la medida no pueda pensarse de manera igualitaria ya que la vida cotidiana de estos sectores presentan estas múltiples características y en el ámbito barrial fue difícil de mantener y sostener.
Para que algo suceda, para que algo cambie, para que algo se trasforme es necesario problematizar y politizar las acciones que se vienen llevando a cabo dentro de nuestras instituciones, que en definitiva se inscriben en nuestros cuerpos y prácticas.
Pero, para que algo suceda ¿Alcanza con el COVID-19? Definitivamente no. No alcanza con la sola existencia del virus, ni con esta experiencia de enfrentarnos a nuestra propia fragilidad. Lo que podría ponerlo en jaque es la toma de conciencia colectiva, acerca de que la vulnerabilidad de nuestra posición y la fragilidad en la que nos encontramos; son consecuencia de la exclusión y el hambre que en definitiva son condiciones de existencia del modelo neoliberal.
Como dice Ansaldi le corresponde más que nunca al Trabajo Social acompañar este proceso con lo más valioso de su arsenal: su capacidad para estar al lado de los más necesitados, los excluidos de siempre (2012, p. 37).
Deseo que la pandemia… que el coronavirus y el “aislamiento” nos convenzan, que vamos por mal camino, que por ahí no es, que el neoliberalismo es inviable y que otro modo de producir es posible; porque si hay algo que nos demostró esta cuarentena casi mundial es que gracias a un Estado presente, un gobierno popular y la decisión social, las cosas funcionan. Y ese es el principio básico de la SALUD desde el punto de vista COMUNITARIO.
Bibliografía
Ansaldi W. (2012). “Breve aproximación a la coyuntura latinoamericana”. En Arias, A. Bazzalo, A. y García Godoy, B. (comp.). Políticas públicas y Trabajo Social. Aportes para la reconstrucción de lo público. Buenos Aires: Espacio Editorial.
Galeano, Eduardo (2007). El libro de los abrazos. Buenos Aires. Catálogos.
Ilustración: Otto Dix.
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