La amenaza y alteración de lo cotidiano
Al momento de pensar los elementos que componen al campo de la salud mental no debe soslayarse el impacto que genera en las personas la realidad exterior lo no previsible e inesperado. También aquellas formas de malestar propias del lazo social que se presentan como excesivas articuladas por ejemplo a modelos económicos y sociales.
Nos encontramos atravesando una experiencia mundial inédita. La misma irrumpió en la organización de nuestra vida cotidiana sin posibilidades de anticiparnos ni de contar con saberes previos. Por lo tanto la dimensión de lo desconocido y de lo cambiante nos presenta un escenario de inseguridad. Mónica Cruppi (2020) señala que la enfermedad y su riesgo de contagio generan angustias, ansiedades, temores y pánico, que se anudan con contenidos inconscientes agudizando el peligro real. La pandemia implica un tiempo de suspensión y de readaptación a la realidad con gran incertidumbre porque desconocemos sus alcances y sus consecuencias.
Hay dos cuestiones entonces a diferenciar: por un lado la amenaza que representa el virus para los habitantes del planeta y por el otro el aislamiento, distanciamiento, encierro, que alteran el desarrollo de las rutinas diarias. Recordemos que la relación con los otros y con el afuera es lo que dinamiza y acciona nuestra economía libidinal o psíquica. Los deseos, anhelos, frustraciones y renuncias se ponen en marcha a partir de las experiencias compartidas, del trabajo y el estudios, entre otras. Las vivencias que conjugan interioridad- exterioridad son el insumo con el que organizamos nuestra vida cotidiana y también nuestros proyectos a largo plazo.
Siguiendo a Carlos Schenquerman (2005) podríamos caracterizar esta contingencia como un escenario de catástrofe en el que se ponen en juego temores, angustias y mecanismos defensivos. Sus efectos, por el poder intrínseco de la situación, impactan de diversos modos en los sujetos. Dependerá de diferentes variables como la estructuración psíquica de cada quien, las posibilidades de contención y acompañamientos, los recursos simbólicos y materiales y las condiciones materiales de existencia.
Desde el Ministerio de Salud de la Nación señalan que es esperable que ante esta situación de aislamiento y emergencia algunas de las respuestas emocionales pueden ser el miedo intenso, la ansiedad, la angustia, la irritabilidad, el enojo, el desgano, la falta de concentración y los problemas en el sueño. Además, hay que tener en cuenta que en algunas personas esta situación puede producir el recuerdo de vivencias traumáticas anteriores agudizando la vivencia de malestar.
Algunas de las recomendaciones para atravesar esta realidad inédita versan alrededor de poder pensar la transitoriedad de la misma, la importancia de mantenerse contactadx y vinculadx por otros medios. No proyectar ni esgrimir exigencias (con sus rasgos superyoicos) que tengan por finalidad resolver lo postergado o lo que se hubiera hecho en otras circunstancias, tampoco forzar requerimientos propios de mayor productividad. Así mismo es conveniente intentar organizar una rutina aún en estas circunstancias. Atravesar esta contingencia demanda de cada unx de nosotrxs una exigencia y gasto psíquico inusual ya que debemos adaptarnos permanentemente a situaciones inéditas.
Ahora bien no todas las vivencias ante las situaciones de emergencia como estas son experimentadas de la misma manera. Sostuvimos a lo largo de este escrito que se ponen en juego tanto las condiciones psíquicas, las singularidades de cada quien, cómo también las condiciones materiales de existencia, las necesidades y los apremios. Por lo tanto serán diversos los modos de reacción traumáticos o no, ante la irrupción de lo inesperado, en este caso la pandemia, y las resoluciones posibles de tomar. Grandes sectores de la población atravesados por situaciones de relegación y pobreza cuentan con menos recursos y posibilidades para llevar a cabo el aislamiento y las medidas de higiene y sanitarias recomendadas. Sumado a que el detenimiento de la actividad económica lxs deja por fuera de toda posibilidad laboral necesaria para garantizar el sustento diario. Esto lxs ubica en una situación de mayor vulnerabilidad y riesgo demandando protecciones y respuestas urgentes de parte del Estado
Los riesgos de la hiperconexión
También queremos mencionar otros efectos que se observan en ciertos sectores de la sociedad a partir de la demanda de estos días de compensar lo que no puede hacerse como antes. Valerse de otro medio como el digital resulta una ventaja pero también puede esto mismo ser una trampa con la que se procura suplir la ausencia y la pérdida. De este modo queda poco lugar para la tramitación de lo que está pasando, que en sí mismo es mucho y ya nos tiene muy ocupadxs. En el encuentro con lxs otrxs, en las aulas, en una lectura de un texto, hay un tiempo y un espacio propio del cuerpo. El imperativo de no parar, característico del neoliberalismo, genera una fatiga sin afectación. El exceso de conexión, la hiperconexión de estos días también puede causar desconexión, y sustracción.
Para finalizar desde nuestra disciplina y orientación remarcamos el valor de la palabra, y en ese sentido creemos que no hay maneras únicas de atravesar esta situación, sino modos de construcción que permitan en lo colectivo y en lo singular dar un ordenamiento para que lo cotidiano se vuelva aceptable en términos subjetivos.
Bibliografía
Cruppi, M. (2020). Un enemigo invisible COVID-19. El sigma. Disponible en: https://www.elsigma.com/autor/monica-cruppi/2559
Schenquerman C. (2003). Los grupos elaborativos de simbolización: su puesta a prueba en contextos de catástrofe. En Rolfo, C., Berenstein, I. y Wikinski, M. (comp.). Clínica psicoanalítica ante las catástrofes, la experiencia Argentina. Buenos Aires: Paidós.
Ilustración: Cristina Misiunas.
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