En el marco de su participación en el 34 Encuentro Nacional de Mujeres, Ana Páez, Carmenza Gómez Romero y Doris Tejada viajaron a la Argentina y estuvieron también en otras actividades en La Plata y en Capital Federal. Aprovechando su visita, mantuvimos una larga conversación en la que nos hablaron de la necesidad de visibilizar su lucha, su pedido de justicia y la historia de su movimiento.
Cada una de estas mujeres contó como la desaparición de sus hijos, la búsqueda y posterior reconocimiento de sus cuerpos, las hizo parte de una historia y una lucha que las transformó. En ese camino, “sin querer” se encontraron haciendo denuncias y compartiendo escollos, sufrimientos y desconciertos al momento de reclamar por el destino de sus hijos, para finalmente converger junto a otras madres y familiares en este movimiento que se denominó MAFAPO. Relatan que al comienzo de esta búsqueda se dieron cuenta que “los casos eran todos iguales” ignorando que se los había llevado el ejército para luego asesinarlos, “pensamos en la guerrilla y no en el Estado”.
En la actualidad han decidido cambiar esta sigla y la denominación de Madres de Soacha por una más amplia que contenga y visibilice a casi 10.000 jóvenes ultimados extrajudicialmente en toda Colombia, refieren además no aceptar que sus hijos sean llamados “falsos positivos” ya que este modo de nombrarlos es propio de la policía y del ejército.
Su tarea consiste en “civilizar”, haciendo referencia a expandir la existencia de estos crímenes y a alentar a otros familiares a hacer la denuncia, a no tener miedo ya que afirman, persiste esta metodología y las amenazas aún después del Acuerdo de Paz firmado por el entonces presidente Juan Manuel Santos.
Las madres de Soacha responsabilizan a los altos mandos del ejército y exigen saber quienes dieron las órdenes para realizar las ejecuciones extrajudiciales. Con relación a la Justicia Especial para la Paz, manifiestan que los beneficiados son los mismos militares y que ellas, las víctimas, son tratadas como peligrosas negándoles el derecho a hablar y a ser escuchadas.
Ana, Doris y Carmenza nos cuentan que la búsqueda por la verdad, la memoria y la justicia y la necesidad de defender el “honor de su hijos” funciona como una suerte de motor que las impulsa a la vida y a la lucha en medio del dolor, la crueldad y la injusticia. Identifican similitudes entre su causa y las de Madre de Plaza de Mayo a quienes pudieron conocer y acompañar en la ronda de los jueves estrechando lazos y contactos con ellas.
Se proponen a través de diferentes expresiones artísticas, como lo hacen con los telares, tejer la memoria y la historia de cada muchacho para construir una memoria colectiva y demostrar lo que hicieron con esos jóvenes. También a través de obras de teatro y de las artes gráficas dan a conocer quiénes eran sus hijos y denuncian lo que les sucedió, y esto les da fortaleza para no derrumbarse.
En este marco nos piden que se conozcan y visibilicen sus reclamos, que el mundo entero pueda saber que el ejército colombiano junto a las máximas autoridades fueron los responsables de los asesinatos de sus hijos, a quienes “se los llevaban con falsas promesas de trabajo, luego se los entregaban al ejército que los mataba y cobraba por cada uno de ellos”.
Finalmente manifiestan que para emprender la búsqueda de la verdad y la justicia tuvieron que estudiar y capacitarse reconociéndose hoy como mujeres empoderadas “Unidas somos mayoría y podemos ser escuchadas”, afirman las Madres de Soacha.
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