Opiniones| jueves, 20 de junio de 2019

La Fundación Eva Perón: una política del exceso y de la democratización del goce

En esta nota de opinión, se aborda la Fundación Eva Perón como una realidad histórica que está inscripta en la memoria de nuestro pueblo. Desde la recuperación de esta experiencia, el deseo colectivo puede ser goce y cuando eso ocurre siempre se saben los caminos de cómo volver.


por Alfredo Juan Manuel Carballeda

 “…la atención de los menores era múltiple y casi suntuosa. Puede decirse incluso que era excesiva y nada ajustada a las normas de sobriedad republicana que convenía, precisamente para la formación austera de los niños. Aves y pescados se incluían en los variados menús diarios. Y en cuanto al vestuario, los equipos mudables, renovados cada 6 meses se destruían”.

Informe del 5 de Diciembre de 1955, “Revolución Libertadora”

Sobre la Ciudad de los Niños, Amanda Allen

La Fundación Eva Perón surge de manera impensada, incluso para los propios protagonistas de esa historia. Es tal vez una expresión de las búsquedas de casi cien años de un inconsciente colectivo que necesitaba algo más que Derechos Sociales, tal vez sentirse parte de un todo, de un proyecto común, de un Movimiento que construyera dignidad.

Quizá, la Fundación ha trascendido a pesar de los olvidos de la academia, los medios de comunicación y las persecuciones de todo tipo, no solamente por sus acciones, sino que también por lo que significó como hecho político, diciendo casi a los gritos en cada gesto, acción, obra que la dignidad es posible.

Es posible pensar que la Fundación se fue construyendo durante años en el deseo de nuestro pueblo, en las luchas de las Montoneras Federales, de la Patagonia, de los Talleres de Vassena, de la Semana Trágica. Posiblemente, Eva sólo interpretó esas historias y sus sentidos y desde allí construyó una forma de Política Social inédita, única a nivel mundial. De allí, surge que el sentido de la Acción Social no se conformaba con que las mayorías accedan a lo básico e indispensable, superando la fantasía de la igualdad de oportunidades y la igualdad de posiciones.

La Fundación es exceso y goce porque es producto de la propia cultura, a las oligarquías les molesta la sonrisa de las mayorías

Simplemente, tal vez, se trataba de la construcción de acontecimientos desde lo que hoy llamamos Política Social, que brindaban naturalmente la oportunidad de ser feliz; de trascender los indicadores sociales, de dejar de ser números y tasas. Porque el exceso que caracterizó su práctica y que fue largamente criticado, desmentía, ponía en cuestión y desbordaba cualquier juego estadístico. Así, lo imposible, era realizable. Simplemente había que saber escuchar los deseos del pueblo.

De esta forma, desde la política se fueron arrollando los sagrados límites que había impuesto una oligarquía, donde aquello que se pensaba como inaccesible para las mayorías de pronto comenzaba a desbordar, a expresarse, a inundar de alegría a quienes se denostaba desde los medios, las ciencias y la política. Esa desmesura fue multiplicando sonrisas de rostros invalidados, despreciados, minimizados sólo por el hecho de parecerse a las mayorías de los que habitan nuestras tierras. La reacción oligárquica fue inmediata, se transformó en odio, desprecio, rechazo. Esta se encuentra seguramente sintetizada en esa pared pintada con la frase “Viva el Cáncer”, que nos sigue avergonzando como argentinos. Esa pared que anunciaba bombardeos, torturas, desapariciones, persecuciones y olvidos por decreto a quienes solo dialogaron con la posibilidad de la felicidad del pueblo.

Eva Perón es una imagen, un ícono que nos identifica colectivamente como pueblo, como colectivo, su sola presencia es exceso

La Fundación es exceso y goce porque es producto de la propia cultura, a las oligarquías les molesta la sonrisa de las mayorías. Amargados y cargados de odio, padecen de una extraña enfermedad donde sienten lo propio como inferior.

Eva Perón es una imagen, un ícono que nos identifica colectivamente como pueblo, como colectivo, su sola presencia es exceso, sencillamente porque se construye zambulléndose en nuestra identidad, la llena de colores impensados, de posibilidades, nos advierte que la inferioridad es una construcción de quienes nos dominan.

Por esto, la victoria de Eva Perón y la Fundación está en su inscripción en la memoria, incluso de unos y otros. Y, especialmente, en que transformó que el deseo colectivo puede ser goce y cuando eso ocurre, siempre se saben los caminos de cómo volver.

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