– ¿Cuáles son las deudas fundamentales que tiene el Trabajo Social en términos latinoamericanos?
– En términos disciplinarios, el Trabajo Social tiene deudas. Por eso, tenemos que aprender a mirar las fallas y los errores. Más allá del error político de nuestros países, en Chila quizá se avecine una reiteración de derecha en el 2018, el Trabajo Social también tiene deudas. ¿Cuál sería para mí una de las más importantes? no atrevernos a mirar nuestra propia falla. Un primer gran punto de falla es que no tenemos una imagen del Trabajo Social global. No digo que nosotros no acentuemos lo latinoamericano, es evidente, tenemos que centrarnos en lo latinoamericano, pero no hasta el punto de la metafísica. Porque si acentuamos lo latinoamericano hasta el punto de la metafísica, nosotros creemos que el resto de los continentes, el resto de los esfuerzos de los trabajos sociales y las escuelas no nos interesan. Para decirte más gráficamente esa falla, yo podría decirlo así: hay distintos doctorados en Trabajo Social. Desde luego, acá el Doctorado de La Plata, sienta un estándar muy interesante en términos de los relatos contemporáneos en Trabajo Social y por lo tanto ha acogido distintas perspectivas, en ese esfuerzo del cuerpo académico de dar cabida a una pluralidad, sin que eso tenga nada que ver con el eclecticismo. Ese tipo de ausencia y de falla, no es algo que nosotros estemos observando, por lo tanto el debate propiamente tal del Trabajo Social internacional sigue pendiente. Y en la medida que eso sigue pendiente y nosotros no nos atrevemos a mirar nuestras controversias, difícilmente vamos a poder transformar la sociedad, sino nos trasformamos nosotros. Esto no significa estar de acuerdo, significa discutir y que esa discusión siente las bases de un nuevo momento del Trabajo Social en general y del Trabajo Social latinoamericano en especial.
– Hace un tiempo encaraste la dirección de la carrera de Trabajo Social en la Universidad de Chile en Santiago. Supongo que estas fallas, desafíos y reflexiones sobre la profesión se deben haber puesto en juego a la hora de pensar la carrera y los planes de estudio ¿podrías contarnos algo de este proceso tan rico?
– Jamás pensé que eso iba a venir en mi vida personal. La historia a veces, como dice Serrat, tiene días buenos y te sorprende. Hoy día somos un equipo que estamos creciendo y que nos hacemos cargo de ese proyecto, pero por supuesto que ahí hay generaciones anteriores, que no sólo tienen que ver con los intentos de abrir la carrera de Trabajo Social, sino de poder sentar las bases de algo diferente. Indudablemente tenemos un compromiso ético muy sentido, muy sincero, con esa última generación del año ‘73. Lucía Sepúlveda es una maestra del Trabajo Social chileno. En la ceremonia de apertura de la carrera, la invitamos a ella, como última directora, y al centro de estudiantes del año ‘73. Algunos de sus miembros después fueron personalidades muy destacadas en la tarea de defensa de derechos humanos chilenos. En este sentido, estamos intentando de responder con nuevas estrategias a un viejísimo y noble espíritu transformador. Es una escuela con 17 detenidos desaparecidos, entre estudiantes y profesores, entonces uno hace lo posible por estar a la altura. Pero indudablemente el compromiso de esas personas, es algo que a uno lo llena de vitalidad hoy día, en términos de poder encontrar caminos. Como hermosamente siempre va a sostener Walter Benjamín: “uno no sólo recuerde, sino que haga vivo esos muertos”.
Por otra parte, si tú miras hoy en día nuestra malla, no hay ningún curso que diga práctica y eso es algo clave para el Trabajo Social. Y no es verdad como alguien dice que “son un equipo teórico”. Nosotros quisimos darle más importancia a la práctica. Pero para lograr una práctica transformadora, para hacer una práctica interesante, uno tiene que partir de una mejor comprensión de la complejidad del contexto. Esa mejor comprensión de la complejidad del contexto significa aprender de las investigaciones existentes y de las intervenciones que han fallado. Uno no puede llegar a un barrio crítico como Bajos de Mena en Santiago, después de 50 años de fracaso de política pública, para volver a hacer una práctica de cualquier modo. Para tomarnos en serio eso, cambiamos la semántica, los relatos. Y esos son núcleos de I+D: investigación y desarrollo de propuestas innovadoras que estén a la altura de la complejidad. Innovar dentro de la Universidad es una cosa difícil. En la Universidad de Chile, la Universidad pública tiene muchas fronteras burocráticas, pero estamos intentando y lo estamos consiguiendo. Hay una vicerrectoría académica muy activa. Indudablemente el papel de las universidades públicas en Chile no sólo tiene que ser un papel de acompañar las reformas y decir palabras sobre la reforma educacional, sino que requiere otra manera de enseñar. Y esa otra manera de enseñar es lo que vamos intentando gradualmente y discutiendo. Porque discutimos mucho para ir reconstruyendo en estos espacios una argumentación muy radical, en el sentido de dejar aparecer las diferencias. Lo que quiero decir es que difícilmente vamos a estar a la altura de los tiempos sino transformamos nuestras escuelas y nuestra formación.
– ¿Qué esperás de un encuentro como el Foro Latinoamericano? ¿Para qué sirven este tipo de encuentros, teniendo en cuenta tu experiencia de haber concurrido a varios en todo el mundo?
– Hay encuentros a los que tú dices: “yo no vuelvo nunca más”. Lo voy a decir con toda claridad, hay un decline de los encuentros mundiales y de ciertos encuentros latinoamericanos de Trabajo Social. Es más, escribí una columna de los últimos encuentros que se hicieron en Estocolmo que se llamaba: “¡Esto es el colmo!”. La verdad es que hay una banalización de los encuentros internacionales. Se sigue dividiendo a la gente por países, no son encuentros donde uno pueda profundizar, hay una enorme tarea de las organizaciones del Trabajo Social tanto mundial como latinoamericano. Sin embargo, en este Foro palpita la vida, por lo tanto lo que yo espero es una imagen como esta. Tenemos cada vez más nuestras ciudades y países con murallas hoy día. Por poner una analogía clásica, tipo Troya, yo vengo acá para ponernos de acuerdo todos juntos para armar un caballo y penetrar a la ciudad. No creo en los macrosujetos, por eso no me asusta la falta de liderazgo. No creo que necesitemos a un Aquiles, un Héctor. Necesitamos un caballo, como Shakespeare en Ricardo III. Necesitamos estrategias porque se nos vienen, incluso el Banco Mundial lo reconoce, tiempos oscuros. Nosotros los conocemos No es que ellos estén reinventando lo que va a venir de un capitalismo de derecha, en esa polarización entre redistribución y crecimiento. Ellos van a decir: “cerremos los experimentos latinoamericanos de redistribución y volvamos a la senda del crecimiento”. Nosotros ya sabemos qué es eso porque estamos en uno de los continentes más desiguales. Por lo tanto sabemos que la desigualdad ha sido, es y seguirá siendo nuestra realidad, pero tenemos que hacer más cosas juntos. Porque no podemos sorprendernos, frente a medidas de gobierno como los que se están tomando en Argentina, como las que se están tomando escandalosamente en el Brasil de Temer o como las reformas de la presidenta de Chile; indudablemente las reformas de Bachelet tienen enormes agujeros. Hay un panorama político y un panorama disciplinar en el que tenemos que trabajar juntos. Pero para trabajar juntos de verdad, no sólo en los relatos, sino en los mapas y en los datos, para poder construir un caballo de Troya sólido y tan provocador, tan travestido, tan glamuroso de la crítica que hasta la propia ciudad lo quiera hacer entrar.
Fotógrafo / ilustrador: www.lanacion.cl
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