Un concepto en disputa
Comencemos definiendo qué son los cuidados. Según Rodríguez Enríquez (2005), se trata de aquellas actividades que resultan indispensables para la satisfacción de las necesidades básicas de la existencia y reproducción de las personas, brindándoles los elementos físicos y simbólicos que les permiten vivir en sociedad.
La cuestión de los cuidados viene instalándose como tema de debate al interior de las organizaciones políticas y sociales, y ocupando un lugar en la agenda pública. No obstante, en las últimas semanas, con la pandemia del Covid-19, asistimos a una mayor visibilización de esta cuestión: hablamos de “cuidar a les nuestres”, de “cuidados de la salud”, de “cuidar a les otres”, pero es importante tener claridad respecto a qué hacemos referencia cuando hablamos de cuidados. No es lo mismo pensar los cuidados desde el individualismo que colectivamente; no es lo mismo cuidarnos de otres que cuidarnos con otres; y tampoco es lo mismo cuidarnos desde una perspectiva de derechos, que desde el control y la vigilancia. Se trata, por lo tanto, de un concepto en disputa, porque cuando hablamos de cuidados, cada une de nosotres habla de algo diferente, pero fundamentalmente, porque el cuidado es un concepto con un gran potencial para leer y transformar la realidad.
Por lo general, al hablar de cuidados desde una perspectiva feminista, hacemos referencia a la importancia de visibilizar estos trabajos. No obstante, me interesa hacer hincapié en los cuidados como una perspectiva desde donde mirar el mundo y pensar formas de intervención.
Los cuidados como matriz de pensamiento
Tendemos a pensar en los cuidados como una necesidad en determinada etapa de la vida (niñez, vejez) o para determinados sujetos (personas con discapacidad) o en circunstancias particulares (enfermedad). Sin embargo, resulta interesante pensar en los cuidados como una red que nos sostiene a todes, incluyendo a quienes somos personas autónomas, adultas, capaces. Esta concepción recupera la idea de la interdependencia humana como la base de nuestra existencia, cuestionando los mitos acerca de la autonomía y de la igualdad universal, construidos en la matriz occidental y eurocéntrica. Es en este sentido que el concepto de cuidado es propuesto como una nueva forma de mirar y pensar nuestra realidad, ya que sin una red de cuidados, sin comunidad, no podemos sobrevivir ni vivir en sociedad.
En este punto es interesante traer los aportes de Butler (2006) acerca de la precariedad y la fragilidad, que lejos de estar asociadas a la idea de debilidad, aparecen como cualidades constitutivas de lo humano, y como la potencialidad de ser afectades por otres. Somos seres interdependientes e incompletes, ya que para existir, necesitamos ser cuidades. Y somos seres precaries aun cuando esa precariedad no nos arrastre a todes hacia los mismos lugares, porque si bien la vulnerabilidad es condición de lo humano, hay una distribución geopolítica de la precariedad.
“Eso que llaman amor es trabajo no pago” es una reconocida frase de Federici (2018) que nos invita a reflexionar acerca de la economía del cuidado. Existe una tradición en donde se piensa, por un lado, en las tareas productivas, que generan bienes, valores y servicios, que se realizan en el mercado de trabajo, y por las cuales se recibe un salario, y por otro lado las tareas reproductivas que son aquellas que se realizan en el hogar, generalmente están a cargo de las mujeres y que no generan “nuevos” productos, sino que reproducen las condiciones necesarias para llevar adelante la producción. No obstante, pensar el espacio de la reproducción desde una perspectiva de la economía del cuidado, tal como nos propone Rodríguez Enríquez (2005), nos ofrece otra interpretación: los trabajos de cuidado producen personas, producen posibilidad de existir y de sobrevivir.
Este tiempo de aislamiento pone en tensión también la idea de producción y productividad, ya que nos encontramos ante el mandato de seguir produciendo, como si nuestra propia cotidianeidad no se viera atravesada por una crisis global. Resulta necesario discutir quiénes somos las personas que vivimos del trabajo, qué producimos, cómo construimos nuestra subjetividad y qué es lo que entendemos como valioso en nuestra sociedad. Son interrogantes que surgen cuando cuestionamos estos temas desde una perspectiva que entiende la producción desde una mirada humanista, en donde la economía tenga como objetivo la sustentabilidad de la vida y no la producción de ganancia para algunos.
Los cuidados como responsabilidad colectiva
Pensar en políticas públicas desde una perspectiva que ponga en el centro la necesaria interdependencia de las personas, implica ir más allá de pensar en un reparto “más equitativo” de las tareas de cuidado al interior del hogar. Se trata de reconocer su valor e importancia, para que los trabajos de cuidado sean asumidos como problemas colectivos, llevando adelante políticas que pongan a la humanidad, y no al mercado, como protagonista.
En este momento de enorme tensión, podemos dimensionar con más certeza la importancia de pensar en los cuidados como una perspectiva desde donde mirar e intervenir en la realidad. Se trata entonces de construir una matriz de pensamiento que tiene un enorme potencial para crear otras dinámicas y lógicas de organización social.
Bibliografía
Angelino, M. A. (2014). Mujeres intensamente habitadas. Ética del cuidado y discapacidad. Editorial Fundación La Hendija. Paraná.
Butler, J. (2006). Deshacer el género. Editorial Paidós. Barcelona.
Esquivel, L., Faur, E. y Jelin, E. (2012). Las lógicas del cuidado infantil entre las familias, el Estado y el mercado. IDES. Buenos Aires.
Federici, S. (2018). El patriarcado del Salario. Críticas feministas al marxismo. Traficantes de Sueños. Madrid.
Rodrígez Enríquez, C. (2005). La economía del cuidado: un aporte conceptual para el estudio de políticas públicas. CIEPP, Documento de Trabajo 44. Buenos Aires.
Rodrígez Enríquez, C. (2015). El trabajo de cuidado no remunerado en Argentina. Un análisis desde la evidencia del módulo de Trabajo no Remunerado. En Políticas Públicas y Derecho al Cuidado 2. ELA-CIEPP-ADC. Buenos Aires.
Fotografia: Colectivo Manifiesto.
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