El cuidado en tiempos de pandemia. Algunas notas en clave de derecho

Asistimos, ante el COVID 19, a un bombardeo mediático sobre pautas de cuidado, a recomendaciones gubernamentales para cuidar y cuidarse; a una construcción incesante de protocolos e insumos de cuidado, que nos convoca a repensar el tema desde las ciencias sociales y el Trabajo Social, desnaturalizando su privatización y feminización.

La sociedad contemporánea se encuentra convulsionada ante una pandemia que desnuda construcciones de sentido asociadas al cuidado, desafiándonos a revisar este concepto para analizar arreglos desiguales, imbricados en las formas de organización social neoliberal, patriarcal y colonialista; y pugnar por una construcción diferente.

Entendemos al cuidado como actividad tramada a una compleja red de sostenimiento vital, que incluye lo que hacemos en pos de alcanzar el mejor bienestar posible de nuestro cuerpo, nuestro ser y nuestro entorno (Faur, 2010). Esta concepción reconoce nuestra radical interdependencia como seres humanos; así como las diferentes formas de cuidado que cada quien necesita, para proporcionarlas en condiciones de igualdad. También demanda interrogar el orden político democrático, cimentado sobre la separación público/privado, y sobre la negación de la constitutiva vulnerabilidad de la condición humana. Es decir, convoca a desplegar un trabajo de visibilización que dé cuenta del modo en que históricamente la esfera doméstica, el cuidado y la sostenibilidad de la vida humana, han sido tratados como una externalidad del sistema económico.

Siguiendo este razonamiento, desde una ética feminista del cuidado, consideramos necesario repensar el proceso por el cual habitualmente se naturaliza que algunas mujeres e identidades feminizadas soporten las cargas de la atención, mientras los varones quedan exceptuados.

¿Cómo se produjeron estas tramas de desigualdad?

La situación descripta ha sido posible debido a la centralidad del mercado en detrimento del papel del Estado como garante de condiciones de igualdad que reconozcan el aporte del trabajo reproductivo al desarrollo social. También advierte los efectos de la visión dominante acerca de la familia como “núcleo heteronormativo armónico,” sin problematizar la desigualdad que deviene del sistema sexo-género, ni las relaciones de poder que las sustentan, y respecto de las cuales el cuidado se inscribe como significación instituyente, articulada a la perspectiva de género.

Desde esta posición, pensamos el cuidado en términos de desfamiliarización, estableciendo rupturas conceptuales y políticas respecto de: la reproducción y la construcción de las necesidades de cuidado; el espacio y las formas en que éste se desarrolla; la división sexual del trabajo; el reconocimiento y redistribución del cuidado; así como las múltiples maneras organizativas en las que éste se resuelve (Fournier, 2017). Asimismo, comprendemos al cuidado desde una doble dimensión, como derecho a ser cuidado y derecho a cuidar en condiciones de calidad, demandando la articulación y efectivización de políticas estatales que pongan en tensión las desigualdades estructurales y aumenten la autonomía y bienestar de familias e individuos.

Las políticas de contingencia frente al coronavirus son atravesadas por las tensiones descriptas, y por la falsa oposición entre economía y salud; a la vez que señalan los esfuerzos a realizar como sociedad, en pos de evitar o limitar al máximo posible salidas xenófobas, clasistas, o fascistas, que legitimen las violencias propias de la racionalidad neoliberal ejercidas sobre sectores vulnerabilizados.

¿Cómo acompañar-nos en este tiempo de crisis?¿Cómo construir un por-venir que no sea un tiempo posterior, con más de lo mismo?

En este contexto de incertidumbre y vulnerabilidad agudizado por la pandemia, entendemos que reflexionar juntes resulta oportuno en al menos tres dimensiones. Una ligada al fortalecimiento de políticas y prácticas de cuidado en tanto derecho humano universal (Pautassi, 2007). Otra, al reconocimiento del desigual sufrimiento que este hecho produce en los grupos sociales -en términos de clase, edad, género y habitat,- cuyos efectos requieren ser abordados mediante estrategias integrales, que articulen recursos y favorezcan la accesibilidad a bienes y servicios sustantivos para el sostenimiento de la vida. Y una tercera dimensión alude a la importancia de visibilizar y acompañar a quienes desempeñan “trabajos esenciales,” -mayormente mujeres a cargo del cuidado cotidiano de sus hijes y/o de personas adultas mayores- que no cuentan con las redes de apoyo que, en coyunturas “normales” activan para garantizar esos cuidados (Shokida, 2020). Estas mujeres no son “heroínas,” tal como las presentan ciertos discursos esencialistas. Son trabajadoras que asisten a quienes enferman por coronavirus; y que podrían ser objeto de medidas tales como adecuaciones horarias u otros apoyos que impacten en la triada de tiempo-dinero-afectividad, requerida para el cuidado y autocuidado de sí y de sus familias.

Como Trabajadoras Sociales, comprendemos la relevancia de volver a pensar la dimensión del cuidado frente a la contingencia, desarrollando prácticas profesionales que brinden un mejor acompañamiento a colectivos y grupos de familias vulnerabilizadas. En este sentido, proponemos recuperar la mirada sobre los circuitos de cuidados (Guimaraes, 2017) y su configuración en los distintos territorios, junto a los saberes y experiencias vitales que los componen, a fin de aportar a una organización social de los mismos.

Sabemos que la tarea no es sencilla, pero no dudamos de las contribuciones que puede realizar nuestro colectivo profesional, junto a otros actores y actrices sociales, para avanzar en leyes que regulen el cuidado como principio inherente a la igualdad de oportunidades, trato y trayectoria; y en políticas que lo efectivicen.

Finalmente, con estas ideas provisorias, lejos de pensar que este interludio epidémico no es apto para deconstruir arreglos patriarcales; apostamos a sustentar intervenciones que no reproduzcan desigualdades que profundicen nuestra constitutiva precariedad, procurando trabajar en nuevas figuras de la política (Zizek, 2020).

Bibliografía

Faur, E. (2010) “El cuidado y sus fronteras disciplinarias.” Cuadernos de la CEPAL No 94 . Cap. I, pp. 25-32.

Fournier, M. (2017) “La labor de las trabajadoras comunitarias de cuidado infantil en el conurbano bonaerense ¿Una forma de subsidio de “abajo hacia arriba”? Trabajo y Sociedad Sociología del trabajo- Estudios culturales- Narrativas sociológicas y literariasNB – Núcleo Básico de Revistas Científicas Argentinas (Caicyt-Conicet) No 28. Santiago del Estero, Argentina. ISSN 1514-6871 – unse.edu.ar/trabajoysociedad

Guimaraes, N (2017) “Los circuitos do cuidado. Reflexões a partir do caso brasileiro. Congress of the Latin American Studies Association – LASA Boston, USA.

Pautassi, L. (2007), El cuidado como cuestión social desde el enfoque de derechos. Serie Mujer y Desarrollo N° 87, Santiago de Chile.

Shokida, Natsumi S. (05/03/2020) Las trabajadoras de servicio doméstico en Argentina. 2do trimestre de 2019. Economía Femini(s)ta. https://ecofeminita.github.io/EcoFemiData/informe_servicio_domestico/trim_2019_02/informe.nb.html

Zizek, S. (2020) “El coronavirus es un golpe al capitalismo a lo Kill Bill..” en Sopa de Wuhan. Editorial: ASPO (Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio) Idea, dirección de arte, diseño y edición: Pablo Amadeo.

Fotografía: Agencia EFE. Pancarta en la que se puede leer “El machismo mata más que el coronavirus”, durante la marcha convocada en Valladolid para conmemorar el Día Internacional de la Mujer. EFE.

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