Pensando la fragilidad de estar vivo

Cuando algo irrumpe en nuestras vidas de manera sorpresiva, tomamos diferentes aptitudes: Reflexionamos y nos adaptarnos a lo nuevo sabiendo que el hombre no es solo razón sino un montón de emociones.

Desde la irrupción de las noticias sobre el covid-19  y las medidas de protección para detener su avance  algo cambió en la vida de todos, en la psiquis, en la forma de percibir el mundo.

Produjo un impacto emocional que hace sentir cercana la presencia de la muerte, avanza la sensación de inseguridad, desamparo e incertidumbre.

Hay un desafío a la adaptación, a la reorganización de la vida cotidiana, de los lazos sociales, de la forma de trabajar y de moverse en sociedad. Aparecen nuevos lenguajes y formas de relacionarnos.

De golpe, el otro puede ser mi enemigo, el que trae el tan temido mal a nuestras vidas. ¿qué provoca en nuestra subjetividad el aislamiento y la distancia?

Navegamos entre el discurso médico y la economía. La urgencia no deja analizar otra cosa, pero si hacemos una pausa entenderíamos que todo sería diferente si hubiésemos mantenido una relación equilibrada con el medio ambiente y una distribución equitativa de ingresos y bienes entre los seres humanos.

Enrique Dussel, en su discurso, explica el desarrollo ininterrumpido del capitalismo y su pretensión de aumento constante de su tasa de ganancia, acumular capital para seguir invirtiendo donde dé más ganancia (criterio cuantitativo), en vez de usar el otro criterio: invertir en lo que hace feliz al hombre (criterio cualitativo).

Refiriéndose a salud, como ésta no da ganancia inmediata, los capitales no invierten allí, lo consideran un gasto. EE.UU. y países de Europa han desfinanciando sus sistemas y despedido a los trabajadores del sector; los sistemas de salud del mundo están deteriorados, abandonados, ni las prepagas u obras sociales te garantizan una buena atención. Son pocos los que han sostenido un sistema de salud universal y dependiente del Estado como el nuestro, que, sin bien deja mucho que desear, funciona, y en crisis como esta, lo está demostrando. A esto hay que agregarle la super especialización que se da en el campo de la medicina, esto ha llevado a la deshumanización creciente, un cardiólogo atiende un corazón, un oftalmólogo un ojo, no un paciente, se ha perdido de vista la cuestión integral y la forma de abordar el proceso salud-enfermedad, ni hablar del divorcio de las enfermedades producto del hábitat y las condiciones del medio ambiente como la Tbc, malnutrición, asma, alergias o malformaciones que son solo síntomas de problemas sociales complejos que los médicos están obligados a tratar cuando ya están instalados y que, con  medidas socioambientales adecuadas, son totalmente evitables.

Volviendo a la ganancia, aclaremos que Sí es redituable la hotelería (se denomina así al tipo de habitación y/o servicio que se brinda en los diferentes establecimientos privados), no atención sanitaria, todos sabemos eso que “me atiendo en lo privado pero son los mismos médicos que atienden en el público”, solo hay que pagar la diferencia. Junto a esto se produce también un relajamiento de las medidas mínimas de bioseguridad que se tenían antaño. En todas las facultades se enseñan hasta el hartazgo las disposiciones a llevar adelante en caso de epidemias y/o pandemias pero, como todo lo que no se usa frecuentemente cae en desuso y ahorramos en materiales y capacitaciones en vez de invertir.

Es así que vivimos en un mundo confortable donde el capitalismo nos ha puesto dentro de una caja de cristal y lo inesperado simplemente no sucede.

La sociedad en la que todos estamos insertos ha dejado de lado los valores éticos y de compromiso incluso a veces profesionales, abandonando los mínimos conceptos de solidaridad y cuidado en pos del capital.

Actualmente se desecha la enfermedad y la muerte, se esconde, nos asusta la decrepitud, todos jugamos a ser jóvenes y a vivir eternamente gastando fortunas en tratamientos  mientras otros no tienen lo mínimo indispensable para la subsistencia. La pandemia visibiliza de golpe, sin aviso, que sí nos podemos enfermar y que sí nos podemos morir. Nos expone a la fragilidad del ser humano,  despojándonos de todo valor y nos muestra que, aunque la cuenta bancaria esté abultada no podemos viajar al lugar de ensueño, ni correr al Shopping a comprar la última cartera de moda.

Repensando la subjetividad de cada profesión, temas éticos y de compromiso que obviamente no son los principios del capital, la intervención deberá ser no solo en el cuidado del otro sino en la propia seguridad, ser empático y reflexivo, exigiendo los materiales adecuados para el desenvolvimiento de la tarea, dejando de lado el voluntarismo propio de nuestra profesión,  participando en la elaboración de los pasos a seguir en las políticas de cuidado y acompañamiento que se vienen. En este contexto es importante no salir a trabajar en soledad, inventar un nuevo orden ya que se va a necesitar más mano de obra que nunca para llegar a todos, el problema es que no sea mano de obra precarizada, mal paga y descuidada como ha sido en muchos casos los empleos de trabajo social.

Nos queda como desafío, el acompañar sin imponer y la contribución profesional a las tareas que se presenten en cuanto al sostenimiento de la vida y la felicidad del hombre.

Ilustración: Oswaldo Guayasamiín.

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