Diálogos| lunes, 26 de junio de 2017

Eugenio Raúl Zaffaroni: “Estamos en una situación caótica, sin Estado ni República”

Uno de los pensadores más notables de nuestro país, Eugenio Raúl Zaffaroni, fue juez y procurador, ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y actualmente integrante de la Corte Interamericana de DDHH. De reconocimiento internacional en el campo jurídico, su producción excede en mucho ese territorio y explora espacios tan diversos como la filosofía, la política y la vida cotidiana. En esta entrevista con Entredichos, Zaffaroni reflexiona sobre el panorama político actual, los usos del poder y la urgente necesidad de transformar el sistema institucional argentino.


por Inés Seoane Toimil

En el marco del Ciclo de Pensamiento Nacional, Popular y Democrático en Clave Latinoamericana y la convocatoria del Centro de Estudios de Trabajo Social y Sociedad de la FTS-UNLP, el Dr. Eugenio Raúl Zaffaroni participó de una charla debate titulada “¿Liberalismo es lo mismo que autoritarismo corporativo?”. En ocasión de su conferencia, aprovechamos su visita para que pudiera conversar con nosotros, entre otras cosas, sobre su insistencia en la urgente necesidad de reformar  la Constitución.

En primer lugar nos afirmó que hoy se trata de repensar el Estado mismo: “estamos llegando a una situación caótica institucionalmente, no tenemos Estado, no tenemos República y se ha perdido totalmente un sistema de pesos y contrapesos en una cierta distribución de poder”. Aclara que no se trata de un fenómeno exclusivamente argentino y que bastaría con mirar a Brasil o México por ejemplo, para advertir que es una problemática regional en el marco de una experiencia mundial de transformación. A su entender, el proceso de concentración hizo que el capitalismo productivo pasara a un capitalismo financiero donde las corporaciones trasnacionales tienen más poder que los Estados y en consecuencia “el establishment  se comió a la política”. Lo que se advierte entonces, es un proceso de debilitamiento y destrucción progresiva de los Estados.

Le preguntamos su opinión sobre las formas contemporáneas de ejercicio del poder, las cuales parecen haber devaluado el estatuto de la ley simbólica como garante del lazo social y ofrecen más descarnizadamente lo real de la fuerza y sus soportes imaginarios. En su respuesta propone dos elementos de los que se vale el poder para profundizar el debilitamiento de los Estados: por un lado el monopolio de los medios de comunicación social que no informan sobre la realidad sino que la construyen; y por otro lado, un segmento del poder judicial:“los golpes de Estado ya no los dan los militares sino los segmentos del poder judicial con medios de comunicación monopolizados”. Un ejemplo muy cercano es lo que ha pasado en Brasil con el estallido de la clase política.

En otro aspecto y a propósito de su trayectoria académica, sabemos que el Dr. Zaffaroni siempre fue un profesor crítico del sesgo normativista del “deber ser” que se privilegia en la formación de futuros abogados. Aprovechamos su visita a la Facultad para preguntarle qué lugar tendría el derecho como instrumento de cambio en la formación de estudiantes de Trabajo Social, cuando lo que habitan en sus prácticas es el “ser” de lo cotidiano. No vacila su respuesta en decirnos que “el campo del derecho es, fundamentalmente desde 1948, un campo de lucha” y que Marx decía que el derecho era un instrumento de la clase dominante, pero que esto es cierto sólo como descripción, porque efectivamente se lucha contra una reducción del derecho al campo del “deber ser”. En este sentido es que “los Derechos Humanos son un programa y suponen un proyecto” con avances y retrocesos  y entonces estaríamos en un problema si lo que se enseña es lógica y se eleva a una ontología: “cada sentencia es un acto de gobierno y por ende es un acto político y cada sentencia tiene que estar empujando ‘el ser’ hacia el ‘deber ser’, por eso no se puede teorizar sin datos de realidad social”.

En la parte final de la entrevista, consultamos su opinión sobre los modos actuales de  presentación de la violencia social como una violencia generalizada sin mediaciones. Sobre este fenómeno advierte que cualquier crisis económica incide sobre la violencia y aunque nuestro país es uno de los menos violentos de América Latina, lamentablemente “vamos a ver una incentivación de la conflictividad social, nos ha costado la década del ‘90 y el 2001 y eso se traduce en vidas humanas”, porque esa incentivación de la conflictividad social pega en aspectos de la vida cotidiana con una fuerte incidencia incluso en la violencia familiar.

Por último, deja en suspenso cualquier pronóstico para decirnos que la experiencia de todos los países de Naciones Unidas dan cuenta de que el ingreso per cápita y la curva de homicidios son variables que se cruzan, por eso es tan importante alguna alteración del coeficiente de Gini, porque la mala distribución de riqueza frustra proyectos y la violencia aumenta cuando hay  frustración, cuando no hay proyecto.

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